Robo de joyas, disparos, un continuo diluvio..., Cannes no se priva de nada


¿Qué haría usted si le dijeran que su hijo de seis años no es suyo, que hubo una confusión en el hospital donde lo tuvo y que el realmente suyo vive con otra familia? ¿Aceptaría el cambio de niños, apartando al que ha querido y educado como hijo, o se quedaría a su lado aunque sepa que no es suyo? ¿Dominaría el hecho de haberle cuidado tanto tiempo, o la “voz de la sangre” motivaría que prefiriera al otro? ¿Qué debería prevalecer en usted, el amor acumulado o la estricta relación de parentesco? Es este el nudo central del film del gran cineasta japonés Hirokazu Kore-eda que ha presentado la Competición Oficial, la traducción de cuyo título sería ‘De tal padre, tal hijo’ o, si suena mejor, ‘De tal palo, tal astilla’. Una película estupenda, que –además de estas cuestiones– plantea muchas otras sobre la paternidad, la maternidad, la filiación, la educación, los comportamientos respecto a los hijos, pero con una fluidez de estilo y una sabiduría narrativa realmente dignas de elogio.



Probablemente no habrá en el cine actual nadie que maneje mejor la temática infantil, y la correspondiente dirección de los críos, que Kore-eda. Con títulos como ‘Nadie sabe’ (2004) o ‘Kiseki’ (2011), ya demostró su dominio de la materia, acrecentado, según confesión propia, por haber sido padre de una niña hace cinco años, ya bastante maduro, con más de cuarenta y cinco a sus espaldas. Esta sensibilidad especial, además, no se expresa de manera forzada ni grandielocuente; todo lo contrario, con trazos de comedia en diversas ocasiones y siempre con un claro control de su relación con el público. Así sucede en ‘Tal padre, tal hijo’, donde la seriedad de los temas abordados no implica ningún tipo de solemnidad formal, sino de búsqueda de que el espectador se plantee temas semejantes y de carácter personal ante lo que está viendo en la pantalla.

Bastante más solemne es el propósito de ‘Jimmy P. (Psicoterapia de un indio de las llanuras)’, del francés Arnaud Desplechin, reverenciado por un sector de la crítica y habitual en Cannes, que ha ido seleccionando la mayoría de sus nueve largometrajes, como el anterior ‘Un cuento de Navidad’ hace cinco años. Se basa en un famoso libro en ámbitos psiquiátricos que lleva por título el que el film conserva entre paréntesis, escrito por el antropólogo y psicoanalista galo Georges Devereux, tan peculiar en sus comportamientos como profundo conocedor del mundo indo-americano y la etnopsiquiatría. Nos hallamos, en consecuencia, ante una película seria, concienzuda y densa, centrada en los diálogos entre Devereux y Jimmy Picard (notable Benicio del Toro), un indio piesnegros cuya salud mental quedase dañada tras las duras vivencias sufridas en la II Guerra Mundial. Situados casi exclusivamente en un hospital militar durante 1948, los sucesivos encuentros entre ambos personajes van configurando el relato, que quizá resulte más estimulante leyéndolo en papel que viéndolo en imágenes. Film muy respetable, de cualquier manera, sobre el que llega a pesar ese diálogo continuo y algunos aspectos parciales, como las limitaciones de la ambientación, la aparición de la “ex” de Devereux metida con calzador y la pobreza de personajes y actores secundarios.

Pero, más que a hablar de cine y envuelto en una aguacero continuo, a lo más que se ha dedicado Cannes en las últimas horas es a comentar –como probablemente ya conozcan nuestros lectores– el robo de las joyas de Chopard destinadas a su exhibición por las “estrellas” que acceden a la alfombra roja, valoradas en un millón de euros, y los disparos que un individuo efectuó contra el “stand” de Canal+ en la Croisette, sucesos ambos que han incrementado los controles de acceso a salas y mercado. Pueden comprobar que tenemos de todo por aquí; y yo se lo señalo en lugar de detenerme en películas como la muy bíblica ‘Stop the Pounding Heart’ o la un tanto estrafalaria comedia rusa ‘Cuerpos y bienes’, ambas situadas en comunidades aisladas e incluidas como Sesiones Especiales fuera de concurso, y que, la verdad, lo más probable es que ustedes nunca vean.

Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 19 de mayo de 2013




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