Buñuel, siempre Buñuel


No se ha valorado suficientemente la aparición de dos libros fundamentales para el conocimiento de la vida y la obra de Luis Buñuel: el escrito por Ian Gibson y subtitulado “La forja de un cineasta universal” (quizá como homenaje a la gran obra de Arturo Barea, “La forja de un rebelde”); y “Luis Buñuel, novela”, de Max Aub, un texto mítico que nunca llegó a terminar y del que se ofrece ahora una edición de Carmen Peire que recoge gran parte del cúmulo de páginas, carpetas y anotaciones que él dejó, continuando así aquel “Conversaciones con Buñuel” publicado por Aguilar en 1985, que el propio Gibson valora como “el testimonio más importante sobre Buñuel y su tiempo”, pero que hoy resulta inencontrable. Esta nueva edición completa la anterior en varios aspectos, aun a costa de no incluir los testimonios de amigos y familiares que en aquella sí existían, pero añadiendo un DVD sonoro con las conversaciones entre Buñuel y Aub.

La biografía de Gibson, quien ya había demostrado su maestría en trabajos del mismo tipo sobre Lorca, Dalí o Antonio Machado, comprende desde el nacimiento de don Luis en Calanda el 22 de febrero de 1900 hasta su salida desde el puerto francés de Le Havre hacia Hollywood en 1938 (paradójicamente en un libro de tan abrumadora documentación, se dan dos fechas distintas para este viaje, noviembre y 17 de septiembre de ese año). Un recorrido biográfico de extrema minuciosidad, de amena lectura, plagado de detalles significativos y que recoge también análisis sobre los procesos de creación que condujeron a Un perro andaluz, La Edad de Oro y Las Hurdes. Es lamentable que, después de los siete años que Gibson dedicase a este libro, no haya encontrado –hasta donde yo sé– ningún respaldo económico institucional o privado para continuar con sus investigaciones y ofrecer un segundo tomo hasta el fallecimiento de Buñuel en 1983. Queda incompleta así una aportación fundamental a la extensísima bibliografía buñueliana y la primera obra que con carácter plenamente biográfico se le ha dedicado.

El propósito de Max Aub era muy distinto, y el mismo lo expresaba desde el inicio: “Si he subtitulado este libro ‘novela’, es porque quiero estar lo más cerca posible de la verdad. Las anécdotas, los cuentos, lo inventado acerca de un personaje o un hecho son mucho mejores para conocerlo que los documentos (…) A lo que más puede aspirar la Historia es a ser una buena obra literaria”. Realmente, lo que Aub desarrolla es un muy libre ejercicio creativo, en el que destacan las conversaciones, que no entrevistas, entre dos viejos amigos en el exilio y la valoración que va efectuando sobre los movimientos vanguardistas que les rodearon a ambos.


Imposible resumir aquí dos libros tan amplios (939 páginas el de Gibson; 604 el de Aub). Pero merece la pena dedicarles todo el tiempo que necesitan.



(Publicado en "Turia" de Valencia, marzo de 2014).

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