Un cine partido en dos


¿Cómo habría sido el cine español si los directores Luis Buñuel, Luis Alcoriza, Carlos Velo y Jomi García Ascot, los guionistas Max Aub y Jorge Semprún, las actrices María Casares y Rosita Díaz Gimeno, los cantantes y actores Angelillo y Miguel de Molina, los directores de fotografía José María Beltrán y Julio Bris, los escenógrafos Santiago Ontañón y Manuel Fontanals, los músicos Gustavo Pittaluga y Rodolfo Halffter, y muchos otros hasta superar el largo centenar de profesionales, no hubieran tenido que exiliarse durante o tras la derrota republicana en la Guerra Civil? La pregunta va indisolublemente unida a otra, sin la cual no es posible abordarla: ¿cómo habría sido España si Franco no hubiera triunfado?... Las respuestas pertenecen a lo que se llama “ucronía”, que según el Diccionario de la Real Academia es la “reconstrucción lógica, aplicada a la Historia, dando por supuesto acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder”. Un apasionante juego intelectual, pero que no es el objeto del presente artículo.


"La barraca" (1944)

Lo cierto es que, como tantísimas cosas en la vida de este país, el cine español quedó partido en dos, entre los que se quedaron dentro –buena parte de ellos sufriendo un duro “exilio interior”– y quienes tuvieron que marcharse fuera, sobre todo a México, Argentina y Francia, por cercanía idiomática o física. La mayoría se insertaron en las industrias de esos lugares y pudieron, mal que bien, desarrollar una carrera considerable. Muchos volvieron más adelante a España, pero ya con una avanzada edad y cansados por lo que les había tocado vivir. Aunque siempre quedará la genial excepción de Buñuel, que retornó para hacer dos obras maestras como Viridiana y Tristana. Mientras, especialmente en la década de los 40, el franquismo desarrollaba un cine nacional-católico, entre la propaganda triunfalista y la moralidad obligada, ese cine que diversos historiadores “revisionistas” intentan hoy encumbrar a través del encendido elogio a nombres como José Luis Sáenz de Heredia, Juan de Orduña, Rafael Gil o Antonio Román, beneficiarios de la situación política del momento.

Como ya señalaba Román Gubern en su libro fundacional sobre el tema, “Cine español en el exilio”, de 1976, “la derrota republicana y la hemorragia migratoria decapitaron al prometedoramente ascendente cine español, que acaso estaba en la segunda mitad de los 30 a punto de convertirse en un cine industrialmente adulto y artísticamente significativo”. No es que el cine que se realizó durante la República fuese un dechado de calidad ni de valores culturales, pero lo cierto es que había logrado el favor de los espectadores a través de películas muy populares como las protagonizadas por Imperio Argentina y dirigidas por Florián Rey (Nobleza baturra, Morena Clara), La verbena de la Paloma, de Benito Perojo, o las producidas por el propio Buñuel al frente de Filmófono, sobre todo Don Quintín el Amargao y La hija de Juan Simón. Y en ese cine trabajaban muchos de los profesionales que se vieron obligados a exiliarse, como mantuviese, todavía en 1959, Juan Francisco Aranda: “Sería desconocer gravemente el cine español afirmar que era inexistente antes de 1940, o que era muy malo. ¿Cómo sería esto posible si América cuenta hoy entre sus mejores artistas a muchos profesionales del cine español? Al revisar su abundante obra americana se verifica que la formación de estos hombres era profesionalmente muy sólida. Casi todos, tras unos años de desmoralización y de difícil readaptación, han conseguido superar la adversidad. El esfuerzo de dominio y de reconquista interior de estos españoles ha debido ser gigantesco”.

Sería demasiado esquemático decir que se fueron “los buenos” y se quedaron “los malos”, porque de todo hubo en una y otra parte, con la realidad de ese “exilio interior” al que antes hacíamos referencia. Pero lo que sí resulta indudable es la brutal cesura que sufrió el cine español, de la que no se recuperaría hasta la llegada de la democracia. Un corte que afectó a todos los campos de la actividad cinematográfica, incluido el de ámbito teórico. Tras el fusilamiento del valenciano Juan Piqueras, el fundador de la revista “Nuestro Cinema”, recién iniciada la guerra, el exilio también dejó huérfana a la crítica y el ensayismo histórico, cuyos mejores representantes, Manuel Villegas López y Emilio García Riera, tuvieron que ganarse la vida muy lejos de nosotros. Se rompió así el hilo conductor de una posible tradición crítica, sustituida por gacetilleros al servicio del Régimen y comentaristas que al mismo tiempo eran censores.


"La dama duende" (1945)

Una recomendación final: si tienen ocasión, vean Bodas de sangre (1938), La barraca (1944) y La dama duende (1945), en las que –aun no dirigidas por españoles y rodadas en Argentina o México– late el corazón republicano porque sus equipos estaban formados básicamente por nuestros exiliados.

(Publicado en "Turia" de Valencia, abril de 2014, dentro de un "extra" dedicado al exilio republicano).


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