La película que nunca existió

Miguel Picazo

Corría el año 1960. Miguel Picazo acababa de graduarse en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC, precedente de la Escuela Oficial de Cine) y proyectaba su primer largometraje. Para producirlo, contaba con el apoyo de Marco Ferreri, entonces en España, que quedó muy bien impresionado con la práctica final de carrera de Picazo, Habitación de alquiler. El intento fue ofrecer la “otra cara” de cuanto mostraría El Cid, la película de Anthony Mann para Samuel Bronston, con Charlton Heston y Sophia Loren como protagonistas. Picazo recurrió a tres de sus excompañeros en el IIEC, Mario Camus, Joaquín Jordá y Francisco Regueiro, para que le ayudaran a escribir lo que habría de ser Jimena, centrada en la esposa de Rodrigo Díaz de Vivar y su relación amorosa con él, especialmente dramática porque este mató al padre de la joven después de haberse comprometido el casamiento.

Entre los cuatro coguionistas, se empeñaron en un acercamiento totalmente antiheróico a tales hechos, ofreciendo una visión realista de la Castilla del siglo XI, opuesta a la mitificadora de la producción de Bronston. La vida de Jimena Lozano en su casa paterna y como sobrina del Rey Sancho, su fascinación hacia Rodrigo (ambos tenían 18 o 19 años), su enclaustramiento en un convento como “donada”, el encuentro final de la pareja, conforman el guion, donde el futuro Cid no es sino un muchacho impulsivo y prepotente cuyo papel gravita sobre todo en función del personaje de Jimena. Todo ello era demasiado para una brutal censura que venía de sufrir el escarnio, para el Régimen, de Viridiana: prohibió radicalmente el guion, por lo que aquel intento de “opera prima” de Miguel Picazo jamás vio la luz, lugar que ocuparía nada menos que La tía Tula.

Dentro de su muy elogiable empeño de difundir la obra del cineasta de Cazorla, la Diputación de Jaén ha publicado el guion inédito de Jimena, como ya hizo con el de La tía Tula y el de Los hijos de Alvargonzález (otro proyecto fallido) y hará próximamente con el de Extramuros, siempre en ediciones de Enrique Iznaola, que completan el texto original con aportaciones de otros cineastas, críticos o conocedores de la persona y la filmografía de Picazo. En este caso del guion de Jimena, se trata más bien de una pieza “literaria”, todavía no apto –como señala José Luis García Sánchez– para rodar tal cual, lleno de acotaciones ambientales y detallistas que a la actriz Ana Fernández incluso le hacen “recordar a Valle Inclán”. El resultado es todo un documento creativo para comprobar cómo la censura franquista abortó películas que habrían podido ser decisivas en la trayectoria del cine español. Y es que, según sostenía Tomás Gutiérrez-Alea, más que por lo que han logrado filmar, a los cineastas debía juzgárseles por sus proyectos que no llegaron a existir…

(Publicado en "Turia" de Valencia, marzo de 2015).

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