Cannes o el triunfo del chovinismo


Me temo que, con las alegrías poselectorales, que yo les hable de Cannes, de las importantes películas vistas en él y de la justicia o injusticia de su Palmarés, les va a sonar más bien a chino. Pero para algo es el primer Festival del mundo, y muchos de los títulos que han protagonizado sus doce jornadas van a llegar hasta ustedes en los próximos meses. Hay varios que son de la máxima valía; otros que serán olvidados con rapidez, producto de un certamen con una primera mitad excelente y una segunda en claro declive. Precisamente, cuando el Jurado Internacional, presidido por los hermanos Coen y con alguna celebridad indiscutible como Rossy de Palma, ha encontrado buena parte de sus premios, empezando por la sorprendente ganadora, Dheepan, de Jacques Audiard.

"Dheepan", de Jacques Audiard, Palma de Oro

Esta 68 edición de Cannes se había montado a mayor gloria del cine francés, con cinco películas a competición –sobre diecinueve– más otras tantas en otros apartados de la Selección Oficial, entre ellas las de inauguración y clausura, e innumerables en las secciones paralelas. El empeño, pese a ser muy criticado en todos los medios, le ha salido bien a los organizadores. Porque el Jurado ha querido ser agradecido y colaborador, situando a tres films galos en el Palmarés: la citada Dheepan y La loi du marché y Mon roi a través de Vincent Lindon, premio merecido al Mejor Actor, y Emmanuelle Bercot, premio inmerecido a la Mejor Actriz, “ex aequo” con Rooney Mara, con agravio hacia su compañera en Carol, la espléndida Cate Blanchett del no menos estupendo film de Todd Haynes.

Por el contrario, el gran perdedor de esta 68 edición es el cine italiano, que presentaba en la Sección Oficial a sus tres mayores “pesos pesados”: Nanni Moretti con Mia madre, Paolo Sorrentino con Youth y Matteo Garrone con Il racconto dei racconti. Se conoce que como no había en el Jurado ningún miembro de su país, nadie les valoró debidamente y se han ido con las manos vacías, mientras que los paneles de puntuaciones y los rumores apuntaban hacia los dos primeros como grandes favoritos.

"El hijo de Saúl", de László Nemes, Gran Premio del Jurado


Siempre cabe preguntarse qué es lo que quedará de una concreta edición. Aparte de los films de Moretti y Haynes o la continuidad en la obra de Hirokazu Kore-eda en Nuestra hermana pequeña y de Hou Hsiao-Hsien en La asesina, para mí la auténtica “revelación” de este Cannes ha sido El hijo de Saúl, de László Nemes, con una aproximación al tema del Holocausto como no habíamos visto antes. En este caso el Jurado sí ha acertado al otorgarle su Gran Premio, el segundo en orden de importancia, como también la crítica internacional reunida en la FIPRESCI. Quizá en nuestra memoria permanezcan, ante todo, las terribles imágenes del film húngaro dentro de un Festival que no ha colmado las expectativas creadas.

(Publicado en "Turia" de Valencia, mayo de 2015).

Un Palmarés a mayor gloria del cine francés


El Jurado Internacional de la 68 edición del Festival de Cannes

El Jurado del Festival de Cannes le ha echado un capote en toda regla a la organización del certamen. Si algo se había criticado durante estos doce días era el exceso de películas francesas en la Competición Oficial (cinco sobre diecinueve) y, sobre todo, el nivel de calidad de las mismas. Se trataba de una apuesta personal del director del Festival, Thierry Frémaux, considerada generalmente como un caso de chovinismo. Pues bien, el Jurado que han presidido los hermanos Coen, y formado otros siete integrantes más, entre ellos Sophie Marceau, Rossy de Palma, Guillermo del Toro, Xavier Dolan y Jake Gyllenhaal, ha demostrado su apoyo a Frémaux y su agradecimiento por la hospitalidad. Solo así se explica que tres de estos films galos figuren en el Palmarés: ‘Dheepan’ nada menos que con la Palma de Oro, Emmanuelle Bercot como Mejor Actriz “ex aquo” por ‘Mon roi’ y Vincent Lindon como Mejor Actor por ‘La ley del mercado’, el único galardón justo. Todos han venido haciendo declaraciones, especialmente los Coen, sobre lo muchísimo que sus carreras deben a Cannes; su agradecimiento ha quedado bien patente.

Jacques Audiard, tras recibir la Palma de Oro por "Dheepan"

Creo que nadie, ni siquiera la crítica francesa que había puntuado bastante bajo a ‘Dheepan’ –nombre del protagonista del film– podía imaginar que fuera a llevarse la Palma. Como dijimos en nuestra crónica, se trata de una película interesante en su planteamiento de la violencia dentro de una comunidad cerrada (tema muy querido por Jacques Audiard, su director, como demostrase con mucho más acierto en ‘Un profeta’), pero había pasado sin mayor gloria por el certamen. Su relato de una falsa familia creada para escapar de la situación en Sri Lanka y exiliada en París, dentro de una conflictiva comunidad vecinal, me parece que solo había impresionado a Carlos Boyero, y lo digo en honor a su perspicacia. Pero ni por asomo figuraba en las quinielas de la mayoría de los asistentes al Festival, que se inclinaban por otros títulos, claramente ninguneados, como quedó claro en la sala de Prensa, con notorios abucheos a la Palma de Oro para ‘Dheepan’.

Es el caso de, sobre todo, ‘Mia madre’, de Nanni Moretti, y ‘Youth’, de Paolo Sorrentino, las dos grandes perdedoras de esta edición. Quizá el que no hubiera ningún italiano en el Jurado Internacional les haya dejado sin la necesaria defensa, pero es injusto que se vayan de vacío, y esa total ausencia de reconocimiento a la triple representación italiana (el restante film, ‘El cuento de los cuentos’, no lo merecía) suena casi a desprecio. Como también el ejercido contra la excelente ‘Carol’, de Todd Haynes, solo valorada por la interpretación de Rooney Mara como la otra Mejor Actriz “ex aequo”, cuando en realidad ella siempre está en función del trabajo de Cate Blanchett, a la que el Palmarés ignora plenamente.

Desde mi punto de vista, el galardón más merecido es el del Gran Premio del Jurado, el segundo en importancia, para la húngara ‘El hijo de Saúl’, de Lászlo Némes, que quedará como el gran descubrimiento del certamen por su manera tan impactante de tratar el Holocausto a través de la figura de un miembro de los “Sonderkommando”, los judíos colaboracionistas con el terror nazi (también ‘El hijo de Saúl’ ha conseguido el Premio de la Crítica Internacional, FIPRESCI). Por el lado opuesto, el de destacar una amplia e importante carrera dentro del cine oriental, cabe entender que se valore al taiwanés Hou Hsiao-Hsien como el Mejor Director de la competición por ‘La asesina’, aunque su muy refinada estética, su bello formalismo, no se corresponda precisamente con la claridad narrativa, al menos para quienes no estamos familiarizados con las vicisitudes de la China medieval.

Al premiar al mexicano Michel Franco por su guion de ‘Chronic’, creo que se habrá querido subrayar la contención y sentido humano que muestra al tratar un tema propicio a la desmesura, como el de unos pacientes al borde de la muerte a quienes ayuda un cuidador extremadamente solicito y cariñoso con los enfermos, muy bien interpretado por Tim Roth. Mientras que considero excesiva recompensa la lograda por ‘The Lobster’ (‘La langosta’), donde el deseo de originalidad por parte del griego Yorgos Lanthimos se nota en exceso dentro de una película que se quiebra por su mitad, con dos partes demasiado diferenciadas entre el hotel donde se trata de “recuperar” a las personas solteras, que si no emparejan son transformadas en animales, y la intensa historia de amor que surge entre dos resistentes a tan absurda imposición.

César Augusto Acevedo, con su Cámara de Oro por "La tierra y la sombra"

Citamos en una anterior crónica la resonancia que habían alcanzado dos títulos latinoamericanos en la Semana de la Crítica: el argentino ‘Paulina’ (o ‘La patota’), de Santiago Mitre, y ‘La tierra y la sombra’, del colombiano César Augusto Acevedo, ambos presentados en la Semana de la Crítica. Pues bien, alegra señalar que ambos se han visto recompensados; el primero, por la FIPRESCI en su galardón para las sesiones paralelas; y el segundo –apoyado por el Programa Ibermedia–, además de en la propia Semana, como ya anunciamos, con la importante Cámara de Oro, destinada a primeros largometrajes, cuyo Jurado ha valorado la sensibilidad del relato, solo lastrada por un cierto hieratismo en la puesta en escena. Nada en cambio ha habido para ‘Un día perfecto’, de Fernando León de Aranoa, único largometraje que había dentro de la escasísima representación española en el Festival. Aunque alegrémonos un poco porque ‘Víctor XX’, práctica realizada en la Escuela de Cine catalana (ESCAC) por Ian Garrido, haya logrado un tercer premio ex aequo en la selección de la Cinéfondation.

El Cannes de 2015 se ha terminado. Nos vemos en la Semana de Cine de Valladolid. No falten al aniversario de su 60 edición.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 25 de mayo de 2015).





Shakespeare cierra la Sección Oficial


Que casi cuatrocientos años después de la publicación de ‘Macbeth’, en 1623, siga atrayendo a autores de diversas disciplinas, demuestra hasta qué punto continúa estando viva la obra teatral de Shakespeare. Más de cien adaptaciones al cine parece que se han realizado de ella, algunas tan conocidas como las de Orson Welles en 1948, Kurosawa en 1957 (bajo el título de ‘El trono de sangre’ y ambientada en Japón) o Polanski en 1971. La última acaba de presentarse en Cannes como cierre de la Sección Oficial, dirigida por el australiano Justin Kurzel –de quien es solo el segundo largometraje– y protagonizada por Michael Fassbender y Marion Cotillard, en un papel pensado inicialmente para Natalie Portman.
"Macbeth", de Justin Kurzel

El resultado es una buena versión de ‘Macbeth’, básicamente fiel al texto original, aunque se hayan introducido violentas escenas de batallas o eliminado varios personajes y los elementos mágicos detentados por las “tres brujas” que anuncian a Macbeth su destino. También el personaje de su ambiciosa esposa no es tan tremendo como se le suele representar, sino más problemático y realista porque, en definitiva, más realista es la propuesta global, aunque su estruendoso diseño sonoro lo contradiga. Rechazado el film en su conjunto por buena parte de los críticos ingleses, que no soportan el acento presuntamente escocés (Macbeth fue rey de Escocia entre 1040 y 1057) de la mayoría de los actores, y en concreto los de Fassbender y Cotillard, los hay también amantes de la moda, que solo lo entienden como “una aproximación a ‘Juego de tronos’”. Así se escribe la Historia, querido Shakespeare.

"El pequeño príncipe", de Mark Osborne

Otro clásico, de muy distinto signo, se trasladaba también a la pantalla del Palacio: ‘El pequeño príncipe’, el libro de Antoine de Saint-Exupéry, por el que no pasan los años ni las generaciones. En este caso, no se trata de una verdadera adaptación, sino de introducir el contenido original en un relato más amplio: el de una niña muy controlada por su concienzuda madre que despierta a la fantasía y la imaginación gracias a su vecindad con un viejo aviador, que es quien realmente le pone en contacto con la existencia del Principito. Tratándose de una película de animación, su director Mark Osborne (que hizo ‘Kung-Fu Panda’) ha querido diferenciar las dos historias técnica y estilísticamente, con animación por ordenador para el relato de la niña y de manera artesanal fotograma a fotograma, lo que llaman “stop motion”, para el que crease Saint-Exupéry. Si desigual es el principio que ha inspirado la película, quizá no podía ser de otra manera el resultado, al mostrarse muy deudor de las convenciones habituales del género en la narración global, y falto de poesía e imaginación en el del planeta donde “lo esencial solo se ve bien con el corazón, no con los ojos”. Algunas brillantes y divertidas secuencias salvan el empeño.

Esto se termina. Con una segunda parte del Festival que ha desmerecido mucho de la excelente primera. Todo el mundo se entrega ahora al juego de las quinielas sobre el palmarés, en el que un rumor creciente sitúa en primer término a ‘Youth’. Pero otras películas entran en liza con fuerza y, en mi opinión, mayor valía que la de Paolo Sorrentino: ‘Mia madre’, de Nanni Moretti (aunque ya ganó la Palma de Oro con ‘La habitación del hijo’); ‘Carol’, de Todd Haynes; la húngara ‘El hijo de Saúl’, de László Nemes, la verdadera revelación de esta 68 edición; ‘La ley del mercado’, de Stéphane Brizé, sobre todo por la interpretación de Vincent Lindon; ‘Nuestra hermana pequeña’, de Hirokazu Kore-eda, o –para los más versados en la China medieval– ‘La asesina’, de Hou Hsiao-Hsien.

Se sabrá mañana por la noche, cuando en España cierren los colegios electorales, y antes de que aquí se proyecte ‘La glace et le ciel’ (‘El hielo y el cielo’), el primer documental que alberga la Clausura Oficial en la historia del certamen y que recoge las investigaciones del científico francés Claude Lorius en sus expediciones a la Antártida. Pero, con los nervios de los premios, que a nadie se le ocurra tirar una colilla o una lata de refresco al suelo, y menos orinar en la calle. El Ayuntamiento de Cannes acaba de sacar una ordenanza que castiga estos “desmanes” nada menos que con 180 euros de multa…

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 24 de mayo de 2015).


Se da a conocer un inédito de Oliveira

"Visita ou Memórias e Confissoes", de Manoel de Oliveira

Salvo en un par de proyecciones de la Cinemateca Portuguesa tras la muerte de Manoel de Oliveira el pasado mes de abril, nadie había visto su documental ‘Visita ou Memórias e Confissoes’, que realizase en 1982. La película, de poco más de una hora, permanecía inédita por expresa voluntad de su autor, que había determinado que solo se conociera tras su fallecimiento. Así se ha respetado, esperando treinta y tres de los 107 años a los que llegó Oliveira, quien no deseaba mostrar en vida la casa en la que había residido mucho tiempo y que tuvo que vender por problemas económicos, o que se oyera de su propia voz la historia de sí mismo y de su familia. Un pudor comprensible en alguien que hizo de él y de la educación normas fundamentales de existencia.

Apoyado en un texto de la gran escritora Agustina Bessa-Luís, cuyas obras adaptó Oliveira en varias ocasiones, realizado tras ‘Amor de perdición’ y ‘Francisca’, se ofrece ‘Visita ou Memórias e Confissoes’ como un trabajo sencillo, de carácter íntimo, que permite conocer mejor la personalidad del cineasta. No hay en él grandes revelaciones, ni se descubre secreto alguno, pero sí ayuda a perfilar unas determinadas circunstancias dentro de las que el autor portugués se movió durante las diferentes etapas de su vida. Así lo recibió la crítica internacional (con escasísima representación de la española de diarios), que llenó la Sala Buñuel del Palacio y que entendió la sesión, sobre todo, como un sentido homenaje a Oliveira.

Para homenajes, el que este 68 edición iba a significar para el actual cine francés en su conjunto, según opinión del director del certamen, Thierry Frémaux. Por ello, ha situado nada menos que diez películas galas en la Selección Oficial, cinco de ellas en competición y otras tantas entre fuera de concurso y sesiones especiales, incluyendo el film inaugural (‘La tête haute’), junto a dos en Un Certain Regard. Sin contar las coproducciones con Francia, inevitables si se quiere entrar en Cannes, o los productos nacionales incluidos en la Quincena de Realizadores y la Semana de la Crítica. Una verdadera “orgía” de cine francés, que nos sale hasta por las orejas y que ha provocado alguna protesta pública tras las proyecciones. Sin que la realidad haya confirmado tan chovinista propuesta.

No ha mejorado este panorama (del que solo cabe excluir claramente a ‘La loi du marché’) el film del ya veterano Guillaume Nicloux ‘Valley of Love’, que ha mostrado la Sección Oficial. Un simple vehículo de lucimiento para la inevitable Isabelle Huppert y un Gérard Depardieu cuyo desmesurado físico ya solo le habilita para ser el Obélix de la saga de Asterix… Localizada en el Valle de la Muerte californiano, donde Antonioni rodase ‘Zabriskie Point’, traza una historia que busca ser “fantástica” en el reencuentro de una pareja separada a la que cita allí su hijo mediante las cartas que les escribió antes de su suicidio, seis meses atrás. Los muy fatigosos desplazamientos –sobre todo para Depardieu– del ex matrimonio nunca provocan en el espectador la sensación de ese “viaje iniciático” que Nicloux dice haber pretendido.

"Chronic", de Michel Franco

Bastante más interesante es la propuesta del mexicano Michel Franco en ‘Chronic’, la rival de ‘Valley of Love’ en la Competición de ayer, donde un notable Tim Roth interpreta a un solícito cuidador de enfermos casi siempre terminales. No es la película ideal para ver a los ocho de la mañana, pueden comprenderlo, pero sí destaca por su tono contenido, el cariño hacia sus personajes y el sobrio estilo de quien ganase aquí hace tres años el primer premio de Un Certain Regard por ‘Después de Lucía’. Lástima que el film se cierre con una conclusión más que innecesaria.

Y hablando de premios, llegan los primeros. Corresponden a la Semana de la Crítica y los han encabezado dos títulos latinoamericanos: el argentino ‘Paulina’ (aunque el título original es ‘La patota’, modismo que se refiere a la pandilla de jóvenes que ataca a la maestra de un pueblo), de Santiago Mitre, que se diera a conocer con su excelente “opera prima”, ‘El estudiante’; y el colombiano ‘La tierra y la sombra’, de César Augusto Acevedo, sensible relato sobre los estragos creados a la población por la incesante lluvia de cenizas de unas plantaciones de azúcar.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 23 de mayo de 2015).


El cine, ¿ya no es un arte universal?


A lo largo de sus 120 años de historia, el cine se ha ido convirtiendo en un arte universal, capaz de expresar las más diversas temáticas y circunstancias. Desde los tiempos de Griffith, fue creando un lenguaje inteligible para todos, que atraía tanto al público más preparado culturalmente como al incluso analfabeto. De hecho, esa constante de universalidad logró que, muy pronto, se convirtiera en el espectáculo popular por excelencia, ya que todos llegaban a entender lo que se proyectaba en la pantalla. Aunque está dejando de ser así, porque –desde cinematografías como las orientales o africanas– se utilizan claves o referencias tan particulares que en Occidente, siempre deudores de una visión etnocentrista, se nos escapan inevitablemente.

"La asesina", de Hou Hsiao-Hsien

El tema merece una reflexión que excede en mucho a esta simple crónica, pero creo necesario mencionarlo para abordar una película de las características de ‘La asesina’, de un “clásico” indiscutible del cine taiwanés, Hou Hsiao-Hsien, con títulos que alcanzaron resonancia internacional como ‘Un tiempo para vivir, un tiempo para morir’, ‘La ciudad del dolor’ o ‘El maestro de marionetas’. Entonces, años 80 y 90, sus películas, aunque no precisamente fáciles, eran accesibles. El problema de ‘La asesina’ es que ya no lo es: situada en China entre el siglo VII y el X, durante el periodo de la dinastía Tang, tendríamos que saber tantas cosas sobre estos emperadores, sobre cuanto significó su dominio y su decadencia, que nos quedamos “fuera” de lo que se nos narra.

Hay, sí, en ‘La asesina’ una estética de un refinamiento exquisito, una bella puesta en escena, basada en pausados “travellings” laterales y en el dominio de los colores rojo y negro, un constante atractivo visual. Preciosa película, pero muy difícil de desentrañar, quizá porque carecemos de los instrumentos para hacerlo, quizá porque lo que sugiere necesita de la contemplación más que de un proceso racional de conocimiento y comprensión. Será por eso por lo que Hou Hsiao-Hsien propone verla como si estuviéramos “sentados al borde un torrente, acechando todo lo que pasa, ya sean remolinos o momentos de calma, llevados por los meandros de la propia imaginación”.

Mucho más cercano resulta ‘Dheepan’, de Jacques Audiard, el otro film presentado a concurso en la lluviosa jornada del jueves. Pese a referirse a tres personajes originarios de Sri Lanka, que forman una falsa familia para huir del país por motivos políticos o económicos, la acción se centra en su exilio de París, donde se ven enfrentados a una tensión vecinal, que finalmente explota, con mafiosos dedicados a la venta de droga y que ocupan todo un edificio. El interés de Audiard por la violencia en ambientes cerrados y hostiles, que demostrase especialmente en ‘Un profeta’, vuelve a ponerse de manifiesto, con un adecuado desarrollo que solo contradice su absurdo epílogo, presuntamente esperanzador.

"Love", de Gaspar Noé

Cannes no sería Cannes si no tuviera una “película escándalo” que llevarse a la boca. El papel le ha correspondido en esta ocasión a ‘Love’, del argentino radicado en Francia Gaspar Noé, quien ya en 2002 armase la marimorena con ‘Irreversible’ y su infame secuencia de violación. Trece años después, aporta un film “semiporno” en 3D, con algún primer plano de fluido lanzado a la cara del espectador que pueden imaginar. Si el género se suele caracterizar por su banalidad entre secuencia y secuencia sexual, Noé no ha querido ser menos durante los inacabables 134 minutos que dura su empeño, intercalando diálogos y disquisiciones elementales sobre el amor como si se tratasen del no va más de la profundidad. La enorme expectación que había despertado ‘Love’, signo de lo reprimidos que todavía estamos, se ha quedado en una simple pérdida de tiempo.

A lo mejor, de esta manera, el buscado escándalo se superpone a la pesadilla que le ha supuesto al Festival la obligatoriedad de tacones altos para las mujeres que querían entrar en las galas del Palacio, a la que nos referimos en la crónica de anteayer. Dada la repercusión que la polémica ha alcanzado, la organización del certamen ha tenido que pedir excusas públicamente, atribuyendo el hecho al “exceso de celo” de algunos porteros y vigilantes. Como si no tuvieran un protocolo que cumplir…

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 22 de mayo de 2015).

Sorrentino vuelve a crear polémica


Los hay que le admiran sin reservas, los hay que le detestan a fondo, pero nadie queda indiferente. El cine de Paolo Sorrentino no parece facilitar los términos medios, sino una expresión apasionada de la actitud de cada cual. Sucedió hace dos años con ‘La grande bellezza’ y ha vuelto a pasar ahora, aunque en menor medida, con ‘Youth’ (‘Juventud’), su última película. Pero, pese a lo dicho, creo que se puede matizar la opinión sobre el autor napolitano, no por jugar a un cómodo término medio, sino porque creo que en su obra conviven motivos valiosos y otros rechazables.
De lo que no cabe duda es de que se trata de un director con personalidad propia, pero también encantado de haberse conocido, de sentirse seguro de su genialidad. Lo demuestra de nuevo en ‘Youth’, donde reúne a dos amigos casi octogenarios que pasan un periodo de vacaciones en un balneario suizo de lujo. Uno es Fred (Michael Caine), célebre compositor y director de orquesta ya retirado; el otro, Mick (Harvey Keitel), que escribe con unos alumnos el guion de lo que quiere que sea su “película testamento”. En medio de ambos, Lena, hija del primero y novia abandonada por el hijo del segundo, papel que interpreta Rachel Weisz, la más convincente del trío protagonista. Una película evidentemente sobre la vejez y la decadencia del cuerpo humano, como ‘La grande bellezza’ era sobre las de toda una ciudad, y donde la juventud es tanto lo perdido ya sin remedio como la fascinación hacia quienes, sobre todo mujeres, sí la detentan; de ahí, el título del film.

El problema es que para Sorrentino, y salvo en conversaciones concretas donde llega a una cierta profundización, esos seres humanos son más que nada objetos móviles con los que llegar a la estética que a él le gusta e interesa, demasiadas veces confundida con el manierismo y la brillantez fotográfica. En sus imágenes, la precisión y la exactitud resultan evidentes, pero acaban sojuzgando al conjunto de la narración, que combina secuencias muy bellas con otras que son resultado de un “ego” muy inflamado y que a mundo se apoya en resonancias “fellinianas”. Pero apuesto a que incluso los más adictos a ‘La grande bellezza’, que llegó a ganar el Oscar, no se sentirán entusiasmados por ‘Youth’.

"Mountains may depart", de Jia Zhang-ke

Coincidió con Sorrentino en la Competición de 2013 y ahora Jia Zhang-ke vuelve a hacerlo con ‘Mountains may depart’, título inglés que no se corresponde demasiado con el original, referido a “los viejos amigos son como los ríos y las montañas”. Mientras en China sigue prohibida ‘Un toque de violencia’, la película que presentase hace dos años, y quizá para evitarse problemas con la durísima censura de su país, Jia Zhang-ke se ha centrado en un relato de sentimientos, que desarrolla en tres tiempos (1999, 2014 y 2025), y esta es su máxima novedad. Lo que comienza siendo una historia de amor a lo ‘Jules et Jim’ prosigue en el terreno materno-filial dentro de una segunda parte que es la mejor del film, para desplazarse a Australia en el futuro. Sin la garra ni el poder de impacto de ‘Un toque de violencia’, su autor demuestra que donde se mueve más a gusto es al abordar temas del presente, en especial la profunda transformación experimentada por la sociedad china. De nuevo con una madre como protagonista, bien interpretada por la propia esposa del realizador, Zhao Tao, el film incide en algo que veníamos comprobando: madre no habrá más que una, pero en el Festival las hay a cientos…

Otro habitual de Cannes (y de Valladolid), Robert Guédiguian ha traído a una Sesión Especial su ‘Une histoire de fou’ (‘Una historia de locos’), en el año del centenario del genocidio armenio. Porque, basándose en “La bomba”, un libro autobiográfico del periodista español José Antonio Gurriarán, de Armenia habla quien en ella tiene sus orígenes, aunque refiriéndose a un atentado cometido en los años 80 contra el embajador turco en París y en el que quedó mutilado un joven que nada tenía que ver con los hechos. La relación que se establece entre él y la madre (Ariane Ascaride, claro) del terrorista supone el punto fuerte de una película en la que Guédiguian apuesta claramente por la reconciliación y la no violencia.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 21 de mayo de 2015).


Entre los tacones altos y la invasión digital


Me queman los dedos si no lo cuento lo primero: para que las mujeres puedan acceder a las sesiones oficiales de tarde y noche en el Palacio del Festival, tienen que llevar zapatos ¡de tacón alto!... Por espigadas que sean o tengan delicados los pies, se les prohíbe pisar la alfombra roja con zapatos planos. En una edición en la que presume de “feminismo” por todas partes, Cannes debía corregir este tipo de despropósitos cometidos en nombre del “glamour”, motivo de incidentes con numerosas espectadoras que, por culpa de tal norma, se quedaron el otro día sin ver ‘Carol’, precisamente una película de claro contenido femenino.

Más debía preocuparse la organización del Festival por otras cuestiones, sobre todo el descenso de calidad en las dos últimas jornadas de la competición. Con títulos que no debían encontrar hueco en ella, como ‘Sicario’, del canadiense Denis Villeneuve, nuevo caso de cineasta interesante –‘Incendios’, su “opera prima”, lo era– absorbido por la industria norteamericana. Con su tópico relato de un comando del FBI dispuesto a todo con tal de encontrar a un “capo” mexicano de la droga, y su habitual denuncia de la corrupción policial y los extremados métodos de los agentes, ‘Sicario’ en nada se diferencia de los productos de Hollywood que por desgracia se estrenan cada semana en nuestras carteleras. Sabido son los problemas que Cannes encuentra para programas buenas películas de las compañías “majors” (excepto en el campo de la animación, que nos ha permitido disfrutar de ‘Inside Out’, la nueva genialidad de Pixar-Disney), pero de ahí a incluir títulos como ‘The Sea of Trees’ o este ‘Sicario’ va un largo trecho.

Otro fiasco de la Sección Oficial proviene, aunque por distintos motivos, de ‘Marguerite & Julien’, de Valérie Donzelli, cuya excelente película anterior, ‘La guerre est déclarée’, había abierto todas las esperanzas. En este caso, la decepción causa un poco de tristeza, porque nace del fallido intento de la cineasta por recorrer varios caminos contrapuestos, sin encontrar la necesaria forma de aunarlos. Entre relato histórico de un trágico amor incestuoso entre hermanos, búsqueda de intemporalidad mezclando elementos de distintas épocas, cuento infantil, reflejo de una gran pasión prohibida…, el film no encuentra su tono adecuado. Basado en un guion que Jean Gruault escribiese para Truffaut y que este no llegó a realizar, ‘Marguerite & Julien’ oscila secuencia tras secuencia en esa indefinición citada, que acaba por perjudicarle definitivamente.

Aunque en una escala muy diferente, ese cúmulo de preocupaciones también se extiende a cuanto vaya a suceder con el mundo digital en Europa. La inminente llegada masiva de dos “gigantes” estadounidenses como Netflix y Amazon, va a cambiar en buena parte la distribución de los productos audiovisuales, con la posibilidad de una oferta masiva en “streaming” y a precios muy asequibles. Cuál va a ser en ese panorama la situación del cine independiente europeo está siendo en Cannes objeto de reuniones, debates y todo tipo de encuentros. Lo mismo que la posición favorable de Bruselas respecto al mercado único digital, al que se oponen Francia y otros varios países, apoyados por sus autores más significativos. Temas ambos que están directamente conectados, y al que se suma la cada vez más imprescindible lucha contra la piratería.


Precisamente dentro del campo digital, el Programa Ibermedia ha presentado aquí su importante iniciativa Pantalla CACI, una plataforma de cine iberoamericano que –a través de entidades culturales de diverso tipo– pone a disposición del ciudadano un amplio catálogo de películas de ficción y documentales nacidos en los países del área, lo que permitirá su mayor y mejor conocimiento. Ahí llegarán a estar en el futuro títulos latinoamericanos como los seis que se han acumulado en las secciones paralelas: la mexicana ‘Las elegidas’ y la colombiana ‘Alias María’ en Un Certain Regard; la también colombiana ‘El abrazo de la serpiente’ y la chilena ‘Allende, mi abuelo Allende’ en la Quincena de Realizadores, o la argentina ‘Paulina’ y la de nuevo colombiana ‘La tierra y la sombra’ en la Semana de la Crítica. Con diversos niveles de acierto, como es lógico, se demuestra que el cine latinoamericano está muy vivo, gracias, entre otros muchos factores, a la actividad ahora ampliada del Programa Ibermedia.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 20 de mayo de 2015).

El Festival refleja también la crisis


Al entrar en la segunda semana del Festival, conviene hacer un cierto balance. Cuatro han sido las películas que han destacado hasta ahora en la Competición: ‘Carol’, favorita de la crítica internacional; ‘Mia madre’, favorita de la crítica francesa; la húngara ‘El hijo de Saúl’, verdadera revelación del certamen, y ‘Mi hermana pequeña’, del japonés Hirokazu Kore-eda, además de ‘Irrational Man’, del gran Woody Allen, entre las de fuera de concurso. Con estos títulos, y algunos otros de menor calado, el certamen se ha mantenido en una valiosa línea de calidad, ya que se estima que con que haya un título importante cada jornada resulta suficiente, lo que se viene cumpliendo en esta 68 edición.

También hay más gente que nunca en las salas y por las calles. Piénsese que la población permanente de Cannes es de unos 75.000 habitantes, cantidad que al menos se triplica en estos días. Por encima de los 30.000 acreditados y de los 4.500 periodistas asistentes, con un crecimiento exponencial de los medios digitales, contribuyen a ese incremento, hasta hacerlo sofocante en muchas ocasiones, sobre todo por las largas colas imprescindibles para ver cualquier película. Pero también se triplican los precios de bares, restaurantes y, sobre todo, hoteles: probablemente, el récord lo detente la Penthouse Suite del Majestic, que vale la friolera de 39.000 euros por noche…

Charlize Theron, en la alfombra roja

Aumenta, asimismo, la fascinación ante la alfombra roja del Palacio del Festival, donde se han prohibido los “selfies” para no retrasar la entrada en la sala, y a la que acuden en cada sesión centenares de personas subidas a escaleras, sillas o cualquier artilugio que les permita ver algo después de horas de espera. Sin duda, han sido Charlize Theron, con un espectacular traje amarillo que desafiaba cualquier superstición sobre el tema, y una superelegante Cate Blanchett las “reinas” de la alfombra roja, que los periodistas solo pisamos a las ocho de la mañana y sin nadie que nos aplauda… Hasta tal punto llega la fascinación por esta “subida al cielo” que en la remodelación de la estación ferroviaria de Cannes se ha reproducido la escalera y la alfombra del Palacio para disfrute de unos turistas que no paran de hacerse fotos en ella.

"La loi du marché", de Stéphane Brizé

Dentro de este contexto, y con el carácter “bifronte” del Festival que señalamos en una crónica anterior, su programación se hace también eco de la crisis vivida y por vivir en Europa. Lo ha hecho en la Sección Oficial una modesta película francesa, ‘La loi du marché’ (‘La ley del mercado’), de Stéphane Brizé, cuyo personaje principal es un parado de larga duración que finalmente encuentra un empleo como vigilante en un supermercado, lo que llevará a vivir situaciones que le provocan todo un conflicto moral. Muy bien protagonizada por Vincent Lindon, con una estructura a base de secuencias aisladas pero significativas y un buen uso de las elipsis, ‘La loi du marché’ es un más que estimable trabajo sobre una realidad social perfectamente reconocible, que afecta a millones de europeos.

Y, de manera totalmente distinta, la crisis se halla asimismo presente en la Quincena de Realizadores mediante ‘As mil e uma noites’, la peculiar visión de los cuentos de Sherezade que ha hecho Miguel Gomes para aplicarla al “recortado” Portugal de los últimos años. A lo largo de más de seis horas y con estilo semidocumental, su autor, que destacase hace tres años con ‘Tabú’, plantea ahora una serie de historias que intentan –unas con bastante mayor fortuna que otras– ser reveladoras de cuanto está sucediendo en el país vecino.

El amplio sector crítico que admira a Gomes es casi idéntico al que reverencia al tailandés Apichatpong Weerasethakul (“llamadme Joe”…, dijo al recibir en 2010 su sorprendente Palma de Oro por ‘Tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas’). Ha vuelto, pero a la sección paralela Un Certain Regard, con ‘Cemetery of Splendour’, más sencilla y sobre todo más comprensible y luminosa que sus obras anteriores, gracias quizá a la brillante paleta de colores del director de fotografía mexicano Diego García. Dice “Joe” que su película puede ser percibida “como un sueño del que se despierta o como una realidad que se parece a un sueño”. No le vamos a llevar la contraria.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 19 de mayo de 2015).

El mejor cine clásico, en "Carol"


El sabor del mejor cine clásico norteamericano rezuma de las imágenes de ‘Carol’, de Todd Haynes, que ha logrado una entusiasta recepción en la Sección Oficial de Cannes. Adaptación de "The Price of Salt", la segunda novela de Patricia Highsmith, aunque la publicase bajo el seudónimo de Claire Morgan dada su temática, la película es un ejemplo de cómo puede abordarse una historia de relaciones personales, de carácter lésbico en este caso. Precisión en la puesta en escena, dominio de los diálogos y las situaciones, sentido del ritmo, inmejorables interpretaciones a cargo de Cate Blanchett y Rooney Mara…, todo contribuye al alto nivel ofrecido por el film.

"Carol", de Todd Haynes

Situada en el Nueva York de 1953, con una excelente ambientación aunque esté rodada en Cincinnati, ‘Carol’ narra la historia de amor entre dos mujeres de muy diferente psicología y clase social: si Carol aporta la sofisticación y dominio seductor propios de un sector social acomodado, Therese es una tímida dependienta de una tienda de juguetes y aspirante a fotógrafa. Contada a través de un gran “flash-back” que se inicia a poco de comenzar la película y finaliza casi en su término, esa relación homosexual viene trazada con gran sensibilidad y dominio; nada sobra ni nada falta en su difícil desarrollo. Difícil porque tiene que hacer frente a un entorno social hostil y moralista, como corresponde a los Estados Unidos de la etapa de Eisenhower, muy distinto al actual.

Quienes recuerden ‘Lejos del cielo’, con Julianne Moore, que el propio Todd Haynes realizó en 2002, encontrarán aquí un tono similar y tan acertado como entonces. Igual que quienes siguieron por televisión la serie de la HBO ‘Mildred Pierce’, con Kate Winslet en el papel protagonista que en su día desempeñó Joan Crawford. En el fondo, son trabajos muy similares de un cineasta que se halla a gusto entre conflictos amorosos, recreaciones de época y una cierta reformulación del melodrama, en el sentido adecuado del género y la propia palabra. Terreno del que, probablemente, sea Haynes su máximo valedor actual.

A distancia sideral de ‘Carol’ se sitúa ‘Mon roi’ (‘Mi rey’), la otra película presentada en competición dentro de la jornada del domingo. En este caso, el centro de interés es la conflictiva relación de una pareja, fascinada ella por la simpatía y el empuje de uno de esos típicos hombres tan atractivos en principio como enormemente aniquiladores después. Ha realizado el film una actriz y directora muy conocida en Francia, Maïween (que ya fuese seleccionada y premiada aquí por ‘Polisse’ hace tres años), y lo protagoniza, junto a Vincent Cassel, otra directora y actriz, Emmanuelle Bercot, quien precisamente inaugurase el Festival con ‘La tête haute’. Un empeño, el de ‘Mon roi’, parejo en ambición e insuficiencia psicológica, que desde luego se queda lejos de esa autoproclamada “autopsia de una pasión destructora” que dice querer ser.

Pretensión y realidades que se aúnan, sin embargo, en ‘Le Tout Nouveau Testament’ (‘El completamente Nuevo Testamento’), que ha envuelto de diversión y ovaciones la Quincena de Realizadores. Se trata de una fábula o un cuento trazado por el belga Jaco Van Dormael, toda una revelación con la Cámara de Oro de Cannes lograda en 1991 por su “opera prima”, ‘Toto el Héroe’, pero cuya carrera había declinado después. La situación de partida del film es ya muy especial: Dios es un ser terrible que vive en Bruselas, casado con una mujer sumisa y una hija de diez años, Éa, hermana de Cristo, al que llama JC, que se rebela contra la brutalidad de su padre y decide elaborar un Nuevo Testamento que reflejará su búsqueda de seis peculiares apóstoles que sumar a los doce de siempre… No siempre brillan en la película la originalidad y el sentido del humor de su planteamiento, sobre todo en una morosa parte central donde palidece la originalidad, pero Van Dormael acaba siendo enormemente eficaz cara al público si acepta su humor y su envite nada blasfemo.


Más se escandalizaron quienes, en la diaria y desesperada búsqueda de localidades que caracteriza a Cannes, vieron a dos chicas jóvenes de muy buen ver que ofrecían sus “favores sexuales” al que les diera una entrada. La organización rápidamente las retiró de delante del Palacio del Festival…

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 18 de mayo de 2015).

Moretti, en plena forma: "Mia madre"

"Mia madre", de Nanni Moretti

Hemos podido seguir la vida de Nanni Moretti a través de su filmografía: el radicalismo de su juventud, su compromiso político desde la decepción con el Partido Comunista a la feroz crítica contra Berlusconi, la relación con los hijos…, hasta llegar a la mantenida con su madre, objeto de esta ‘Mia madre’ que –con toda justicia– ha sido ovacionada en Cannes. Nada más que esta vez no es el propio Moretti el protagonista, sino una cineasta de su edad que, maravillosamente interpretada por la gran Margherita Buy, supone un claro trasunto del realizador italiano, que se guarda el importante papel del hermano de la directora. Con tan solo una docena de películas en su haber, desde 1976, y a un ritmo de una cada cuatro o cinco años, Moretti demuestra ahora una gran madurez en todos los sentidos, mejorando sus precedentes ‘Habemus Papam’ e ‘Il Caimano’ y al nivel de ‘La habitación del hijo’.

Como se decía en las antiguas gacetillas publicitarias, “se ríe y se llora” en ‘Mia madre’, verdadera tragicomedia en la que a una mujer cineasta le coinciden el rodaje de una película con tema social y participación en ella de una “star” norteamericana (John Turturro), con la grave enfermedad de su madre (espléndida Giulia Lazzarini, actriz del Piccolo Teatro), además de una ruptura sentimental y una cierta incomunicación con su hija adolescente. No me parece casual que, aunque dirigida por un hombre, Moretti se haya apoyado en el trabajo de tres guionistas femeninas. Porque sabe reflejar muy bien los condicionamientos de las mujeres al otro lado de la cámara, distintos de los de sus colegas masculinos, y así lo muestra en el film, que también supone un rodaje dentro de un rodaje, con momentos hilarantes que vienen a compensar el drama que se vive junto a la cama del hospital donde reposa la madre o los recuerdos y las pesadillas que asaltan a la protagonista.

"The Sea of Trees", de Gus Van Sant 

Si ‘Mia madre’ ha sido lo más aclamado de lo que llevamos de esta edición del Festival, el récord de abucheos se lo ha llevado ‘The Sea of Trees’ (‘El mar de árboles’), de Gus Van Sant, un fracaso inexplicable en quien ha sido capaz de crear títulos como ‘Elephant’, Palma de Oro en 2003, ‘Paranoid Park’, ‘Mi nombre es Harvey Milk’ o ‘Restless’. Lo peor que le puede suceder a una película hecha para conmover e impresionar plano a plano, es que no consiga ninguna de las dos cosas. Lo más fastidioso cuando se prepara un “one man show” para un actor como Matthew McConaughey, es que su esforzado trabajo resulte baldío, como el de una Naomi Watts que inevitablemente llora, igual que de costumbre, en cada uno de los abundantes “flash-backs” que pueblan el film. Si ayer citábamos como ejemplo de guion el de Woody Allen para ‘Irrational Man’, o podemos hacerlo hoy con el de ‘Mia madre’, todo lo contrario cabe decir del de ‘The Sea of Trees’, sobre la que un crítico norteamericano ha llegado a decir en su “blog” nada menos que es la peor participación de su país en la Sección Oficial de la historia del Festival…

Un Festival en el que, si no está Almodóvar, desde 2009 el cine español suele estar prácticamente ausente. En este caso, solo representado por ‘Un día perfecto’ (o ‘A perfect day’, si prefieren el inglés en que está hablado el film), de Fernando León de Aranoa, y el cortometraje ‘Pueblo’, de Elena López Riera, ambos en la muestra paralela Quincena de Realizadores. A los que cabe sumar otro corto, ‘Victor XX’, de Ian Garrido, práctica de la Escuela de Cine catalana (ESCAC) seleccionada por la Cinéfondation entre las de centros académicos de todo el mundo. Dado que el pase oficial de ‘Un día perfecto’ tiene lugar bastante más tarde que el cierre de la presente crónica, y teniendo en cuenta su próximo estreno en España, dejemos solo constancia de la presencia en Cannes de esta historia de cooperantes en una zona de guerra, nacida de las experiencias en directo de un Fernando León que ya las ofreciese con acierto en el terreno documental. Algún día habrá que hablar largo y tendido de por qué el cine español apenas accede a este Festival, cuya vitrina dorada se le sigue negando con insistencia.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 17 de mayo de 2015).

"El hijo de Saúl", una revelación mayúscula


"El hijo de Saúl", de László Nemes

Parecía muy difícil hacer algo diferente y revelador sobre la barbarie de los campos de concentración nazis. El húngaro László Nemes lo ha logrado en ‘El hijo de Saúl’, de la que –a la tan solo tercera jornada de la Sección Oficial– cabe ya augurar que será una de las películas fundamentales de esta edición y segura candidata a la Cámara de Oro, al tratarse de una “opera prima”. Centrada en un integrante de los “Sonderkommandos”, los grupos de internos que, para conservar la vida, ayudaban a los nazis en las tareas más despiadadas pero también cotidianas, es a través de él y mediante largos planos-secuencia que le siguen como vamos asistiendo a las prácticas del Holocausto. Su obsesión en que el cadáver de un adolescente es el de su propio hijo y en que debe enterrarlo en solitario, no en una fosa común, y según el rito judío con ayuda de un rabino al que busca a toda costa, conforma un relato fuera de lo común.

Tremendamente duro, el film supone una auténtica pesadilla, de la que el espectador no puede salir indemne. Porque lo que se nos muestra es algo que no habíamos visto antes: los trabajos diarios que tienen que desarrollar estos colaboracionistas, desde conducir a los detenidos a la cámara de gas después de desnudarles y hacerles creer que van a una ducha colectiva, hasta la limpieza y fregado de dicho recinto una vez ejecutados y repartidas sus pertenencias o la manera en que arrojan las cenizas de los cadáveres tras su paso por el crematorio. Pero todo ello reflejado en un segundo término, a menudo desenfocado (porque el primero lo ocupa Saúl, el protagonista), sin la más mínima complacencia ni exhibicionismo en el tratamiento de esos hechos. Por supuesto, no se trata de una película para todos los paladares, pero sabe llevarnos de forma magistral hasta dónde puede llegar la irracionalidad y el fanatismo.

Con 38 años, ayudante de Béla Tarr en dos ocasiones, con tres multipremiados cortometrajes en su haber, formado en París, recuerden el nombre de László Nemes porque va a dar mucho que hablar a lo largo y ancho de este Festival, en cuya Residencia de la Cinéfondation maduró el proyecto de ‘El hijo de Saúl’, un film de los que dejan huella profunda.

"Irrational Man", de Woody Allen

Como en un partido de tenis, nos vamos al otro lado de la pista para concluir que, con Woody Allen y su ‘Irrational Man’, también la comedia, aunque sea un tanto “negra”, ha llegado felizmente a Cannes. Un guion ejemplar que, entre citas a Kant, Schopenhauer, Sartre, Simone de Beauvoir o Hannah Arendt (no se alarmen, el protagonista bien encarnado por Joaquin Phoenix es un reputado profesor de filosofía), nos sitúa frente al hecho del “crimen perfecto” y a toda una serie de graves cuestiones morales, da pie a que volvamos a disfrutar gracias a su autor. Con esa facilidad narrativa que asombra por su fluidez, con ese saber llevar al público por los caminos cómicos o dramáticos según a él le apetece, ‘Irrational Man’, programada fuera de concurso, también nos ha traído la presencia física de Allen en el certamen, lo que siempre supone un regalo. Como el que le hace a España, a donde uno de sus personajes femeninos está deseando viajar porque “es un país muy romántico”

Otro estilo de comedia muy diferente es el de la primera parte de ‘The Lobster’ (‘La langosta’), del griego Yorgos Lanthimos, que se dio a conocer aquí con ‘Canino’ y que participa ahora en competición. Humor que proviene del reflejo de una extraña sociedad futura donde las personas solteras son transformadas en animales si no logran emparejarse en un plazo de 45 días, que pasan en un hotel especializado en ello. Extraña trama, muy afín a su director aunque ahora ruede en Irlanda y con reparto internacional, que cabe considerar como una parábola sobre la imperiosa necesidad de la libertad de elección. Porque la película se acaba convirtiendo en una sincera historia de amor entre un hombre y una mujer que han escapado precisamente de la obligación de juntarse, en un desafío al poder que se lo exigía de manera coercitiva. Evidentemente, Woody lo habría hecho de manera muy distinta.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 16 de mayo de 2015).

Cannes se mueve entre dos polos opuestos


El arranque del Festival de Cannes lo reflejan los principales diarios franceses con amplio despliegue en sus portadas. Pero desde ellas, y partiendo de una alta valoración del certamen, ya se percibe una doble consideración de su contenido. Así, por ejemplo, mientras “Liberation” titula “C’est party” (“Se inicia”), pero convirtiendo la i final correcta de “parti” en una y para asimilarlo a una fiesta en inglés, el periódico local “Nice-Matin” no duda en referirse a él como “Cannes, mon amour”, aunque enseguida plantea que “el Festival fastidia tanto como fascina. Las fiestas, el champán que se desborda, y el dinero omnipresentes provocan hoy más rechazo que adhesión. La crisis ha pasado por aquí, y el contraste resulta fuerte entre las dificultades diarias y este desfile de ‘smokings’ y lentejuelas”. Es la doble comprensión de un acontecimiento mediático que salta las fronteras galas y que, junto a lugar de trabajo, de mercadeo e incluso de diversión, lo ha convertido en el primer Festival del mundo.

 "Mad Max: Fury Road", de George Miller

Como parece lógico, tal carácter “bifronte” se traslada también a la programación. En la de este Jueves de Pentecostés, no laborable en Francia, ha quedado patente de manera diáfana. Amanecíamos, a las 8 y media de la mañana, con toda la parafernalia de ‘Mad Max: Fury Road’ (fuera de concurso), cuarta entrega de la saga que se hizo famosa en 1979, y con ella su protagonista, Mel Gibson, y que tuvo secuelas en 1981 y 1985. Desde entonces han pasado tres décadas, se ha cambiado de actor (ahora, el insípido Tom Hardy, que palidece al lado de Charlize Theron) pero no de director, con un George Miller que demuestra su fuerte vitalidad a los ya setenta años.

Más de cien millones de dólares de presupuesto mientras que la inicial valió solo 350.000, todo un equipo para dibujar plano a plano el “story board”, despliegue masivo de coches convertidos en estrafalarios artilugios y escenografía impactante sobre todo en su comienzo, efectos digitales a mansalva, ‘Mad Max: Fury Road’ es lo que cabía imaginar, un carrusel de persecuciones y batallas por el desierto que ocupan no menos del ochenta por cierto de la película, un circense “más difícil todavía” envuelto por un sonido invasor. Siempre que veo una película como esta me acuerdo de don Antonio Machado que, en los años treinta, negaba al cine su condición de arte por su “excesivo movimiento”

Pasar de la locura audiovisual de ‘Mad Max’ a la melodía íntima y reservada susurrada por ‘An’, de la excelente cineasta japonesa Naomi Kawase, supone todo un ejercicio para el crítico y el simple cinéfilo, porque no puede haber dos mundos más opuestos. La leve historia de un hombre que elabora tortitas de pasta de judías pintas (esa “An” del título original, utilizada para los dorayakis), la anciana que ha sufrido lepra y le ayuda decisivamente a utilizar la receta adecuada y una adolescente que desea emanciparse, conforman el trío protagonista de un relato excesivamente moroso, pero que abunda en la temática habitual de su autora: el valor de la experiencia, el profundo significado de la naturaleza, la deseable continuidad entre las generaciones o la injusticia de determinadas formas de marginación. Bastante menos convincente que su anterior film, ‘Aguas profundas’, que presentase aquí en la pasada edición, ‘An’ ha inaugurado la sección paralela Un Certain Regard, que este año acoge a un par de realizadores que estuvieron antes en la Oficial.

"Il Racconto dei Racconti", de Mateo Garrone


Ya en la Competición, baste con decir una cosa sobre ‘Il Racconto dei Racconti’: una obra del siglo XVII, de Giambattista Basile, más conocida como “El Pentamerón” y famosa sobre todo por su dominio del lenguaje popular napolitano, no se puede hacer en inglés y con actores tan dispares como Salma Hayek, Vincent Cassel o Toby Jones. Se diría que volvemos a los tiempos del “europudding”, cuando se trataba de mezclar distintos ingredientes –en un inglés que intentaba ser unificador– para asegurarse las subvenciones de diversos países y las ventas internacionales. Aquel “modelo” pasó para bien, y Mateo Garrone (director de la excelente ´Gomorra’) lo resucita ahora con escaso sentido de la fantasía, algo que sí se hallaba muy presente en el libro original.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 15 de mayo de 2015).

Cannes 2015: Una inauguración nada habitual



Pasar de ‘El Gran Gatsby’ y ‘Grace de Monaco’ a ‘La tête haute’ como inauguración del Festival de Cannes, supone todo un salto importante. Aquellas fueron las películas que abrieron el certamen en los dos años anteriores; esta última, la de la 68 edición, una producción francesa media de una realizadora, Emmanuelle Bercot, con un tema “social” como el de los adolescentes problemáticos. Hasta tres conclusiones cabe extraer de tal elección. Primero, que es un signo de algo que parece marcar esta actual edición: que Cannes desea evitar el sempiterno reproche de que siempre acude a los mismos nombres en su Sección Oficial. Después, que denota la apabullante, excesiva a todas luces, “invasión francesa” de toda la programación. Y, asimismo, que es un deseo de responder a la repetida acusación de machismo que sufre el certamen, situando en el punto de salida a una cineasta y, además, poco conocida fuera de su país.

Al comienzo del guion de ‘La tête haute’ (que se traduciría como ‘Con la cabeza alta’), Emmanuelle Bercot puso esta frase para que sirviera de guía de su trabajo: “La educación es un derecho fundamental. Debe ser asegurada por la familia y si no lo hace, es la sociedad quien debe asumirla’. Acertadas palabras que la realizadora aplica a su relato, que supone todo un homenaje a jueces, educadores, monitores y demás personal que se ocupa de la infancia en diversas instituciones dedicadas a ella. Y que, en este caso, tendrán que vérselas con un adolescente muy conflictivo, Malony, cuyos brotes de violencia surgen con gran frecuencia. En especial es una juez de menores, interpretada por Catherine Deneuve, y un educador quienes siguen su trayectoria desde que tiene 6 años hasta los 18, cuando él los acaba reconociendo casi como su madre y su padre.

Hay credibilidad en las imágenes de ‘La tête haute’, hay buen pulso narrativo y unas interpretaciones adecuadas, entre las que sobresale la de Sara Forestier como la auténtica y atrabiliaria madre. Pero, en buena medida, la fuerza de la película se pierde a causa de una parte final muy blanda, forzada y demasiado fácil, con un “tufillo” un tanto propagandístico del buen funcionamiento del sistema que empaña bastante el contenido anterior. El elogioso plano final, con una toma frontal del edificio del Palacio de Justicia como fondo de un Malony muy transformado, no deja lugar a engaño en esta inauguración del Festival tan poco frecuente.

"Nuestra hermana pequeña", de Hirokazu Kore-eda

Como inusual es que haya dos títulos en el primer día de la Sección Oficial, señal de las enormes apreturas del programa para la Prensa y del hecho de que prácticamente todos los informadores ya estemos aquí. El segundo film ha sido ‘Nuestra hermana pequeña’, del japonés Hirokazu Kore-eda, y con él no hay sorpresas; es un auténtico “seguro de vida”, en un doble sentido: de que su película va a ser buena y de que tendrá ese hálito vital que siempre le ha caracterizado. Sencillez estilística para hablar de los temas fundamentales que nos afectan, calidez humana en las relaciones que muestra, cotidianeidad expresada de forma tan natural como exacta, resumen las características de su obra. Ahora centrada en tres hermanas que viven juntas y que “descubren” la existencia de esa otra hermana (nacida de una posterior relación de su padre) a la que alude el título, y a la que cuesta llamar “hermanastra” dado el tímido encanto de esta cría de quince años.


Una vez más, igual que en el anterior trabajo de Kore-eda, ‘De tal padre, tal hijo’, o de ‘Milagro’ o ‘Nadie sabe’, el tema de la familia vuelve a ser protagonista en un hermoso film que se abre y se cierra con un funeral, donde el mundo de esas cuatro hermanas da acceso a cuestiones básicas sobre la vida y la muerte, sobre las relaciones entre nosotros mismos y con nuestros progenitores. Dignísimo heredero del cine de Yasujiro Ozu, quizá algunos se sientan inermes ante la falta de espectacularidad, ante la sencillez, de ‘Nuestra hermana pequeña’, basada –como viene siendo tan frecuente– en un “comic” para adultos. Pero siempre es de agradecer que, tras esa superficie de falsa banalidad, se escondan las verdades más auténticas y definitivas. Con Kore-eda, Cannes’15 ha empezado muy bien.

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 14 de mayo de 2015).