Unos pasteles exquisitos


No voy a referirme al esperable éxito comercial de Ocho apellidos catalanes, sino a otro menos visible, pero muy estimulante: el de Una pastelería en Tokio (An), que alcanza cifras récord en los circuitos independientes. Tras pasar con excelente acogida por la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes y por la Semana de Valladolid, donde obtuvo el Premio a la Mejor Dirección, el film de Naomi Kawase ha prendido de manera especial en el público español. Si su camino sigue igual de favorable, cabe estimar que logrará entre 120 y 140.000 espectadores, con una recaudación de unos 700 u 800.000 euros. En el caso de Valencia ciudad, proyectado en las salas Lys y Yelmo Campanar, en torno a 5.000 personas habrán disfrutado con él. Traerlo a nuestro país, antes que a ningún otro, ha sido un notable acierto de la joven distribuidora Caramel Films, que regenta Enrique González Kuhn.

"Una pastelería en Tokio" ("An"), de Naomi Kawase

¿Por qué este éxito? Cabría situarlo en la indudable maestría de la cineasta japonesa, pero no había sucedido con anteriores, y también estupendas, películas suyas como Suzaku, El bosque del luto o Aguas tranquilas. No, la razón creo que se halla en la positiva propuesta que Una pastelería en Tokio plantea al público a partir de una peculiar historia: la de la elaboración en una pequeña tienda de los “dorayakis”, los bizcochos o tortitas de masa dulce que, en este caso, vienen hechos con pasta de judías, esa “an” a la que se refiere el título original. Poca cosa, dirán ustedes, pero si a partir de ahí entramos en los terrenos más queridos por Kawase (el intercambio entre generaciones, la decisiva presencia de la naturaleza o la ineludible dialéctica entre vida y muerte), a los que se suma una exquisita sensibilidad, dicha propuesta ya adquiere otra dimensión. Y los espectadores salen de las salas imbuidos por una especie de “serenidad oriental”, de haber vislumbrado a lo largo de dos horas un cierto sentido, feliz pese a todo, de la existencia diaria.

Naomi Kawase, en el Festival de Valladolid 2015

Son Naomi Kawase e Hirokazu Kore-eda los dos grandes referentes del cine japonés actual, dignos herederos de maestros como Ozu, Mizoguchi o Naruse. Estaría bien que, al hilo del éxito de Una pastelería en Tokio, nos alejáramos de vez en cuando de nuestro “etnocentrismo”, de la habitual mirada unívoca, para adentrarnos –aunque solo fuese por curiosidad– en otras expresiones más lejanas pero enormemente fascinantes. Sin ir más lejos, les planteo ya una cita: cuando en fechas próximas se estrene Nuestra hermana pequeña, una nueva muestra del excepcional talento de Kore-eda.


Nota final: En su artículo de la semana pasada, Diego Galán me anima a que opine sobre la Orden Ministerial que regulará las Ayudas al Cine. Pero hasta el momento de escribir estas líneas, es tan solo un borrador, al que los diversos sectores afectados han presentado numerosas Observaciones. Tiempo al tiempo…

(Publicado en "Turia" de Valencia, diciembre de 2015).

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