Bajo el impacto de Jarmusch


Jim Jarmusch, director de "Paterson"

Cada edición de un Festival suele venir marcada por una película, que queda unido a él de manera imborrable. En este 69 Cannes, cuando solo faltan tres días de competición, esa película es, sin duda, Paterson, de Jim Jarmusch. En la extensa filmografía del director norteamericano, de cierta irregularidad desde sus inicios como adalid del cine independiente, ya supone su obra maestra. Porque lo es este film poético, pleno de sugerencias, enormemente sensible que Jarmusch nos ha regalado. Con sencillez extrema, narrando la vida cotidiana de un conductor de autobús apasionado por la poesía, a la que contribuye escribiendo sus pequeñas creaciones en un bloc de notas, su inquieta pareja con la que se entiende a la perfección y el bulldog que les acompaña, Paterson muestra a un cineasta en plena madurez y serenidad.

Otros títulos han destacado también en una edición que ha ido ganando calidad a medida que pasaban los días. Si en el caso de Ken Loach y su estupenda I, Daniel Blake, crítica en profundidad al sistema social británico, donde dominan la burocracia y la externalización dictada por el neoliberalismo, no puede hablarse de sorpresa, sí puede hacerse al citar Toni Erdmann, tercer largometraje de la alemana Maren Ade, solo conocida hasta ahora por Alle anderen (que obtuviese en la Berlinale de 2009 el Gran Premio del Jurado y titulada en España Entre nosotros). En este caso se trata de una comedia dramática que aborda la relación entre un padre aficionado a las bromas o a cambiar de identidad y su hija, alta ejecutiva de una empresa germana en Bucarest, donde ambos tienen un prolongado encuentro. La receptividad que, frente a la dominante “seriedad” de los films seleccionados, encuentran las escasas comedias que se ven en un Festival, ha jugado en Cannes a favor de Toni Erdmann, que tiene el lastre de una excesiva duración de 162 minutos, susceptible de abreviarse evitando secuencias innecesarias o repetitivas.

Películas también sobresalientes en la Sección Oficial proceden de cinematografías más “exóticas”, caso de la filipina Ma’Rosa, de Brillante Mendoza (sobre las devastadores consecuencias que en una familia humilde tiene la corrupción policial); la brasileña Aquarius, de Kleber Mendonça Filho (centrado en la lucha de una escritora, que interpreta enérgicamente Sonia Braga, por conservar su casa de toda la vida frente a la compañía inmobiliaria que busca construir una torre de apartamentos); o, para muchos, no para mí, Sieranevada, estructurada a base de larguísimos planos-secuencia por el rumano Cristi Puiu para narrar las vicisitudes de una familia. Rumania que, por cierto, es un país muy mimado este año por Cannes, como asimismo Corea del Sur. No como España, para cuyos largometrajes apenas hay hueco, quitando la habitual presencia de Almodóvar con su Julieta, ya debatida en profundidad dentro de la Turia, y las de Albert Serra con La mort de Louis XIV y Oliver Laxe con Mimosas en secciones paralelas.

"Loving", de Jeff Nichols

Inevitablemente, está habiendo decepciones: en absoluto la de Woody Allen, de quien ya elogié su estupendo Café Society. Pero sí la de Steven Spielberg, superado por la tecnología digital de The BFG, la de Jeff Nichols que en Loving no pasa de lo correcto al reflejar la odisea sufrida por un matrimonio interracial en la Virginia de los años 50, o –por más que me duela escribirlo– la de unos hermanos Dardenne que en La fille inconnue no encuentran su extraordinario nivel habitual, al abordar la profunda culpa que siente una joven doctora por no haber atendido a tiempo a una mujer en riesgo de muerte.

Claro, que lo más lamentable ha venido de la cuádruple representación francesa, con la atrabiliaria Ma Loute, de Bruno Dumont; Rester vertical, de Alain Giraudie, el autor de El desconocido del lago; la desaprovechada Mal de pierres, de Nicole Garcia, y Personal Shopper, donde Olivier Assayas sigue sin acertar años después de su importante serie televisiva Carlos. Pero el chovinismo en Cannes es tan fuerte que estos títulos le encantan a una crítica nativa que, sin embargo y al contrario que la de carácter internacional, se atreve a poner absurdas pegas a Paterson. Cosas veredes, amigo Sancho…

(Publicado en "Turia" de Valencia, mayo de 2016).


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