Ken Loach cuestiona todo el sistema


Hace diez años, Ken Loach lograba la Palma de Oro en Cannes, con una de sus películas menos convincentes: ‘El viento que agita la cebada’, referida a las luchas irlandesas por la independencia. Ahora, tras ‘La parte de los ángeles’ y ‘Jimmy’s Hall’, vuelve a un Festival en cuya Sección Oficial ha participado nada menos que trece ocasiones, lo que supone todo un récord. Lo hace con ‘I, Daniel Blake’, de nuevo con guion de Paul Laverty, enmarcada en un cine social que domina como pocos y donde se siente verdaderamente a sus anchas. A sus casi ochenta años, Loach sigue siendo un maestro.

"I, Daniel Blake", de Ken Loach

Su propósito en esta ocasión es cuestionar todo un sistema de protección social británico que, a consecuencia de las políticas neoliberales e incluso de la externalización de servicios básicos hacia compañías privadas, ha llevado a una situación de penuria para quienes más lo necesitan. Es el caso de los principales personajes de ‘I, Daniel Blake’, el que da título al film y una madre soltera con dos hijos pequeños. Uno y otra quedan envueltos en las redes burocráticas diseñadas para obstaculizar las ayudas a las que, por paro o por minusvalía, tienen derecho dentro de un “Estado del bienestar”. Daniel y Katie son dos ejemplos de la situación: él, un carpintero ya veterano que sufre de una grave dolencia cardiaca, al que su médico le da la baja pero que para la Seguridad Social es apto para trabajar, al tiempo que le pone muy difícil encontrar empleo; ella, porque se ve obligada a trasladarse a Newcastle, a 450 kilómetros del Londres en el que vivía, para poder disponer de una vivienda protegida y que sufre frecuentemente penalizaciones por no cumplir determinadas normas administrativas.

Lo importante es que Loach huye, quizá más que nunca, de una actitud maniquea, de cualquier esquematismo. No fallan las personas que atienden a Daniel y a Katie y a tantos otros, ni sus ideas son “malvadas”; con mayor o menor amabilidad, se limitan a realizar la función que les han marcado. El problema está en el sistema, en su diseño y en su práctica, que –como señalan Laverty y Loach– viene a resumirse en el principio de que “los pobres son los propios responsables de su situación” y cuanto más se den cuenta de ello (teniendo que comer de los bancos de alimentos o sin saber cómo manejar internet, ya obligatorio para cualquier trámite), mucho mejor. Loach lo muestra con la sencillez expresiva y la valía representativa que tiene acreditadas. Una secuencia final redundante y una cierta “salida” melodramática para una etapa de Katie no empañan el espléndido resultado.

"Ma Loute", de Bruno Dumont

Por el contrario, pocas veces lo he pasado tan mal ante la pantalla como viendo a una actriz que siempre he admirado, Juliette Binoche, gesticulando sin medida, gritando a los cuatro vientos y, en definitiva, haciendo el tonto en ‘Ma Loute’, el segundo título a competición de hoy. Claro, que no es culpa enteramente suya, porque igual le sucede a Fabrice Luchini, a Valeria Bruni Tedeschi y a cuantos pasan por allí. El responsable máximo es, por tanto, el director y también guionista Bruno Dumont, uno de esos falsos prestigios que pululan por el cine francés y que encuentran el respaldo de buena parte de la crítica y los festivales. La relación entre una familia de la alta burguesía que veranea en el norte de Francia y otra de mariscadores, con –en medio– una historia de “amor imposible” y una pareja de policías enfrentándose al misterio de ciertas desapariciones, viene tratada de manera bufa, caricaturesca, paródica, donde no faltan personajes que levitan y vuelan por los aires. Quienes vieran ‘P’tit Quinquin’, la anterior obra perpetrada por Dumont, saben a lo que atenerse.

Ya han comenzado también las secciones paralelas de Cannes, con un “clásico” como Marco Bellocchio con ‘Fai bei sogni’ y un notable ‘Neruda’ del chileno Pablo Larraín (con coproducción española) en la Quincena de Realizadores. Mientras que Un Certain Regard se ha iniciado con la egipcia ‘Clash’, de Mohamed Diab, una metáfora sobre la división del país entre islamistas y partidarios del gobierno militar, en el claustrofóbico espacio de un furgón del ejército donde se hallan detenidos dos grupos antagónicos.

Esperemos que, lo mismo que la Oficial, esas secciones ofrezcan títulos de valía. Si no, que extiendan a las malas películas la misma multa de 180 euros que se aplica en Cannes a quien tira en la calle una colilla, una lata o cualquier envase. Me temo que ‘Ma Loute’ habría tenido que pagarla con creces…

(Publicado en "El Norte de Castilla", de Valladolid, 14 de mayo de 2016).

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