La ley del más fuerte



¿Hasta cuándo soportarán los exhibidores las condiciones a las que les someten las multinacionales norteamericanas? Ha trascendido que, para proyectar Los últimos Jedi, se ha impuesto a los cines españoles cobrar un porcentaje del 60% sobre la recaudación de taquilla, el máximo que suelen exigir esas compañías. Mientras las distribuidoras independientes rondan el 40% en el mejor de los casos, las “Majors” de Hollywood marcan sus exigencias leoninas, que en su propio país todavía son mayores: el 65% y un mínimo de cuatro semanas de programación. Pese a estas condiciones despóticas, nuestros circuitos de exhibición han bajado la cerviz y, ante el atractivo comercial del film vinculado a la saga Star Wars, lo han incluido en nada menos que 1.049 pantallas… Una renuncia en toda regla, que incide además en el hecho de que, de cada entrada, un 21% se va para el IVA y un 3% se deriva hasta las entidades de gestión. Con lo que les queda un magro beneficio para cubrir electricidad, personal, mantenimiento y demás gastos. No parece extraño que se refugien en las palomitas y demás fastidiosos complementos culinarios para mantener las salas.

Es lo que se conoce, administrativamente, como “abuso de posición dominante”; es decir, como la ley del más fuerte aplicada por las bravas. En otros países europeos se ha regulado mediante acuerdos intersectoriales, que evitan hasta cierto punto los porcentajes abusivos. Aquí se intentó establecer unos máximos en la Ley del Cine de 2007, pero un informe vinculante de la Comisión de la Competencia lo impidió taxativamente. El argumento es que estábamos en un “libre mercado”, donde lo que cuenta es la oferta y la demanda; los exhibidores eran muy libres –según ese criterio– de poner o no aquellas películas que los distribuidores les ofrecían y que se trataba, en definitiva, de “relaciones comerciales entre particulares”, sin que el Estado o cualquier poder público tuviese margen para intervenir en tal relación privada. O sea, las “delicias del liberalismo económico”, donde se contempla la realidad como si todos gozasen del mismo volumen para poder desarrollar su actividad. Desde aquel ya lejano 2007, nada se ha hecho por modificar una situación tan claramente desproporcionada.


Lo que puede agravarse con la consolidación de Disney como supergigante dentro de los gigantes, tras su adquisición de todos los “activos de entretenimiento” de la Fox por la nada despreciable suma de 66.100 millones de dólares. Aunque esa compra se halla pendiente de aprobación por parte de los organismos norteamericanos que regulan la competencia, en círculos económicos se da ya por segura. Con lo que Disney podrá imponer al mundo cuanto deseen sus dirigentes y accionistas. En nombre de los “Jedis”, los “Cocos” y reclamos navideños varios, ¡viva el capitalismo salvaje!

(Publicado en "Turia" de Valencia, diciembre de 2017).

Un documento para la reflexión



Son importantes las Conclusiones del Foro Valenciano del Audiovisual, que se celebró en la Ciudad de la Luz a comienzos del pasado mes de octubre, pero cuyo documento final solo se ha dado a conocer hace unos días. Y son importantes no solo para el ámbito valenciano, que es el protagonista, sino para el conjunto del audiovisual español. Porque abordan una problemática absolutamente viva (en buena parte, por desgracia) para el presente y el futuro de nuestro cine.

No pretendo resumir un texto de 17 páginas, que resume las aportaciones de más de 130 profesionales de dentro y fuera de la Comunidad, en esta breve sección. Ni tampoco adentrarme en la situación del audiovisual valenciano, en una nueva etapa tras el ya próximo funcionamiento de la televisión autonómica Àpunt, y que otros conocen mejor que yo. Me limitaré a ciertos aspectos relevantes de carácter general.

El primero, y aunque se advierte de que el cine español “ha padecido tradicionalmente un menosprecio o minusvaloración y existe un estereotipo que es que los cineastas viven de las subvenciones públicas”, se refiere de manera inevitable a la urgente necesidad de que nuestro cine reciba un mayor apoyo económico desde las instituciones estatales y autonómicas. Y ello, a su vez, únicamente será posible si el ICAA y el Institut Valencià de Cultura disponen de unas dotaciones adecuadas a tal fin. Tanto las Ayudas generales del primero, muy lastradas por el hecho de tener también que responder hasta 2018 a las antiguas de Amortización, y las selectivas con un escaso fondo de 7 millones de euros, así como las que gestiona el segundo y que se limitan en la actualidad a 5 millones, resultan insuficientes para las necesidades del sector. Sobre todo, porque además de las 25 o 30 películas “industriales” al año, “sería necesario –afirma el documento– apoyar más al cine de autor, las miradas particulares, el cine cultural (…) Corremos el peligro de perder las miradas del cine independiente”.

Pero no todo es cuestión de dinero. El panorama audiovisual está cambiando de forma vertiginosa, como testimonia la aparición y desarrollo de las plataformas digitales en nuestro país, lo que determina una variación sustancial en la producción, la distribución y la exhibición. A este nuevo fenómeno dedican varios párrafos las Conclusiones, igual que a los métodos educativos y culturales para evitar que “la audiencia del cine español esté solo en torno al 20%, lo que quiere decir que hay un 80% que elige otro tipo de cine, fundamentalmente norteamericano”; o que sea imprescindible un mayor porcentaje femenino para equilibrar una realidad hoy tan desigual.

Se reclama, finalmente, un Pacto de Estado o un Pacto Social por el Cine Español, con el compromiso de dar continuidad a una verdadera política audiovisual. Pero lean íntegro el documento, hace de verdad reflexionar.

(Publicado en "Turia" de Valencia, diciembre de 2017).

Allende los mares


Al hilo del último número de su revista, la Academia de Cine ha organizado una Jornada sobre “La promoción exterior, clave para el éxito”, compuesta por tres Mesas Redondas donde se analizaba el tema tanto desde un punto de vista comercial e industrial como cultural. Las conclusiones no han sido muy halagüeñas: pese a los esfuerzos de entidades públicas y privadas, nuestro cine tiene un éxito limitado en los mercados internacionales, casi siempre unido a películas de género, títulos de animación, films hablados en inglés o algún nombre especial, caso de Almodóvar. Queda mucho trabajo por hacer y, siempre pasa, aparece Francia como país de referencia.

 "Stand" del cine español en el Mercado del Film de Cannes

Precisamente es Unifrance, el organismo que se dedica a la difusión de la producción gala en el exterior, el ejemplo que se suele poner a la hora de poner en pie algo similar entre nosotros. Marco legal existe para hacerlo: el artículo 37 de la vigente Ley del Cine, de diciembre de 2007, establece que el Instituto de la Cinematografía (ICAA) “podrá colaborar con entidades públicas o privadas que promocionen el cine español fuera de nuestras fronteras, buscando una mejor y mayor comercialización de las películas españolas en el exterior”. Han transcurrido diez años y –como en otros aspectos de dicha Ley– nada se ha llevado a cabo en este sentido, porque para una iniciativa mixta como esta, ni la Administración ha contado con los recursos económicos imprescindibles ni los productores han demostrado mayor interés en un asunto que prefieren dejar a los poderes públicos.

Carentes de tan necesario organismo de promoción, cada cual hace la guerra a su manera, confiando casi siempre en unos vendedores internacionales que no suelen tener al “producto español” entre sus preferencias. De hecho, según datos oficiales que se citaron en la Jornada de la Academia, en 2016 nuestro cine solo ingresó 65 millones de euros por ventas al extranjero, un incremento del 5% respecto del año anterior, pero una cifra muy exigua para las dimensiones de la producción nacional. Europa, con un 50,7%, estando Italia y Francia a la cabeza, y Latinoamérica, con un 39,3%, fueron las áreas donde mayores recaudaciones en salas han obtenido las películas españolas, mientras que Asia (5,2%), Estados Unidos (3,9%) y Oceanía (0,9%) completan de manera muy secundaria el panorama mundial. Situación que ya se está modificando radicalmente por el auge de las plataformas digitales, alguna de las cuales (léase Netflix) impide el estreno en salas fuera del país de origen del film, así como por la fuerte alza del mercado chino, con todos los condicionamientos censoriales y de cuotas restrictivas que ello implica.
"Stand" del cine español en el Mercado del Festival de Berlín

Siendo optimistas, entre un 25 y un 40% del presupuesto de una producción española puede proceder de sus ventas al extranjero. Pero siempre que se ajuste a unos parámetros lo más cercanos posible al cine de Hollywood. A eso se llama, lisa y llanamente, colonización industrial y cultural.

(Publicado en "Turia" de Valencia, noviembre de 2017).

Sin prisa, pero sin pausa



Estamos trabajando. Es la mejor noticia que podemos dar: que se está trabajando viva y continuadamente en el Proyecto “Cine y Educación” emprendido por la Academia. Como saben, todo empezó con el número de nuestra revista de mayo/junio, a lo que siguió una Jornada enormemente fructífera el 11 de ese primer mes, a la que asistieron personas vinculadas a numerosas iniciativas que funcionan en este terreno dentro de casi todo el territorio español. De ahí surgió una “hoja de ruta”, un “plan de acción” que comenzó a aplicarse inmediatamente, cumpliendo así uno de los principales objetivos marcados en el programa del actual equipo directivo de la Academia, después de que los intentos de dirigentes anteriores no llegaran a plasmarse en realidades.

Ante todo, había que dar continuidad al Proyecto. De ahí que se conformase un Grupo de Trabajo que asumiera la responsabilidad de ese seguimiento, y que componen actualmente representantes de la Universidad de Valladolid, la ECAM, EGEDA, los Programas “Un Día de Cine” del Gobierno de Aragón y “Más Cine”, la Unión de Cineastas y la Federación de Distribuidores, con Mercedes Ruiz y quien firma este texto como coordinadores, además de Marta Tarín por parte del personal de la Academia, y –por supuesto– con el respaldo de su Presidencia y de su Director General, Joan Álvarez. Una adscripción al Grupo de una creciente decena de “voluntarios”, al que deseamos sumar próximamente al ICAA, Instituto con el que hemos estado en contacto de manera constante.

A lo largo de estos meses, en una sucesión de largos y nutridos encuentros, nos hemos ido reuniendo con buena parte de los sectores cinematográficos y educativos, incluyendo Filmotecas y Escuelas de Cine o entidades decisivas como la Federación Española de Municipios y Provincias y responsables de valiosas iniciativas particulares en el campo específico que nos ocupa. Pero no reuniones para “quedar para otra reunión”, como sucede tan a menudo, sino muy operativas y con cuestiones concretas que solventar. Y hemos de decir, con rotundidad, que hemos hallado el consenso: todos y cada uno de los participantes en esas citas han estado plenamente de acuerdo en que la implantación de la enseñanza audiovisual en los diversos niveles escolares supone, a estas alturas, una urgente e imperiosa necesidad. Ni uno solo de los convocados ha manifestado su oposición o sus reticencias sobre tal idea. Hablando cada uno desde los lícitos intereses de su sector, pero con una disposición unánime de llegar a ese consenso.

¿Cuál es nuestro objetivo? Elaborar un “Documento-Marco” (cuyo esquema inicial ya está redactado) que la Academia presente a las autoridades educativas de ámbito estatal y autonómico para sentar las bases de esa “alfabetización audiovisual” que se nos reclama desde la Unión Europea y que otros países de nuestro entorno llevan años practicando. No se trata de contentarse con un par de folios plagados de buenas palabras, sino de un verdadero proyecto susceptible de ser llevado a la práctica por aquellos a quienes corresponde. No por la Academia, no se halla entre sus finalidades gestionar un determinado plan educativo, sino por los que detentan el poder de hacerlo, como podría ser el propio Gobierno con su “Plan Cultura 2020”.

Un estudio sobre la legislación y las prácticas existentes en las diversas Comunidades Autónomas, así como un doble listado de películas españolas recomendables, uno por según a qué edades vayan dirigidas, y otro con los films “clásicos”, “indiscutibles” de la Historia de nuestro cine hasta el año 2000, formarán también parte de ese Documento Marco. Donde igualmente quedará constancia de las diversas iniciativas que, de manera particular, han venido funcionando positivamente hasta ahora (y que deben mantenerse y potenciarse), junto a posibles acciones paralelas al deseado Plan Educativo.

Lo dicho. Estamos trabajando.

Fernando Lara, Coordinador del Proyecto “Cine y Educación”


(Publicado en la revista "Academia" nº 228, noviembre-diciembre de 2017).


El maná de los buenos cinéfilos


Se reunían los distribuidores independientes en Valladolid, dentro del marco del Festival, para debatir públicamente sobre su problemática actual y los retos que se les presentan en el futuro. Y también lo hacían, ya de manera privada, con exhibidores y operadores televisivos. De estas Jornadas sobre la Distribución independiente (es decir, aquellas compañías que no son multinacionales norteamericanas ni pertenecen a un grupo de comunicación), nacieron unas Conclusiones de 20 puntos que pueden resultar muy valiosas para el conocimiento y la comprensión del sector.

Participantes en la primera Mesa Redonda de las Jornadas, en la arcada del Teatro Calderón

Ante la imposibilidad de reproducirlas en su integridad, que –para los interesados– figuran en la página “web” de la Semana de Valladolid y en este mismo "blog", sí vale la pena referirse a alguna de ellas. En especial, la que establece que “el panorama que se ofrece a la distribución independiente se ve abocado a una situación paradójica: mientras a la tradicional exhibición en salas se han sumado nuevos canales de comunicación con el espectador, como las televisiones de pago y las plataformas digitales, cada vez resulta más dificultosa la amortización de los títulos adquiridos en los mercados internacionales, que demandan progresivamente precios más elevados”.

Dicho en plata, que cada vez resulta más difícil la supervivencia para esa distribución independiente, que ocupa entre un 20 y un 25% del mercado y que aporta a la cartelera una diversidad y una riqueza culturales sin las que se reduciría a los muy repetitivos “blockbusters” de Hollywood. Con una asistencia a salas en descenso por la sensible pérdida del público de un par de generaciones, con un vídeo en horas bajas, con unas televisiones públicas que se resisten a adquirir las películas de sus catálogos y unas privadas que casi no lo hacen en absoluto porque consideran que sus títulos no atraen al tipo de espectadores que las siguen, con una difusión por internet que todavía no aporta lo que debiera a consecuencia sobre todo de la piratería (solo muy recientemente la plataforma Filmin, por ejemplo, ha dejado de tener números rojos), los motivos de esa “situación paradójica” de la distribución independiente quedan bastante claros. De hecho, sin las Ayudas europeas del Programa MEDIA y del ICAA en nuestro país, el mantenimiento de quienes suelen traer los films que triunfan en Cannes, Venecia o Berlín, que suministran el “maná” para los buenos cinéfilos, que aportan la grandeza de la versión original, sería literalmente imposible.

En el transcurso de la Mesa Redonda inicial

Como todo bien escaso, hay que proteger y apoyar a esta parcela decisiva de nuestro cine, sin la que –además– solo se distribuiría la quincena de películas españolas de mayor tirón comercial que suele quedar cada año en manos de las multinacionales. El resto, hasta el centenar de títulos que se están produciendo, aparte de los documentales, se vería al pairo más desolador. ¿Es eso lo que queremos?

(Publicado en "Turia" de Valencia, noviembre de 2017).